El sonido del cañón, su estampido, destruye los vidrios de una ventana. Por otra parte, una palabra suave apacigua la ira o coraje; pero una palabra grosera, inarmónica, produce enojo o melancolía, tristeza, odio, etc.
Se dice que el silencio es oro, pero es mejor decir: ¡Es tan incorrecto hablar cuando se debe callar como callar cuando se debe hablar!
Hay silencios delictuosos, hay palabras infames. Se debe calcular con nobleza el resultado de las palabras habladas, pues muchas veces se hiere a otros con las palabras, en forma inconsciente.
Las palabras llenas de mal intencionado sentido producen desequilibrios en el mundo de la mente. Y las palabras arrítmicas engendran violencia en el mundo de la mente cósmica.
Nunca se debe condenar a nadie con la palabra porque jamás se debe juzgar a nadie. La maledicencia, el chisme y la calumnia, han llenado el mundo de dolor y amargura.
Si trabajamos con la Superdinámica Sexual, hay que comprender que las energías creadoras están expuestas a toda clase de modificaciones. Estas energías de la libido pueden ser modificadas en poderes de luz o de tinieblas. Todo depende de la calidad de las palabras.
El hombre perfecto habla palabras de perfección. El estudiante gnóstico que desee seguir por el camino de la Revolución de la Dialéctica, debe habituarse a controlar el lenguaje. Debe aprender a manejar la palabra.
¡No es lo que entra por la boca lo que hace daño al hombre, sino lo que sale! La boca surte la injuria, la intriga, la difamación, la calumnia, el debate; todo esto es lo que perjudica al hombre.
Evítese toda clase de fanatismo porque con ello causamos gran daño al hombre, al prójimo. No solamente se hiere a los demás con palabras groseras o con finas y artísticas ironías, sino también con el tono de la voz, con el acento inarmónico y arrítmico.
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